Descubre la increíble historia del heroico médico peruano Daniel Alcides Carrión
Síguenos en:Google News
La historia del Perú está llena de personajes heroicos que dieron su vida en favor de la patria y sus habitantes. Algunos lo hicieron durante los conflictos bélicos, otros –como hoy lo hacen los cientos de médicos que luchan contra el COVID 19– se pusieron en la primera línea para encontrar la cura a las fuertes epidemias que azotaron, y enlutaron, al país. Uno de ellos, y quizá el más recordado en estos tiempos de pandemia, es el médico Daniel Alcides Carrión.
El también considerado mártir de la medicina peruana, nació un 13 de agosto de 1857 en la región andina de Cerro de Pasco. Desde su primer día de vida, fue su joven madre quien lo sacó adelante luego de que su padre, un exiliado político, decidiera no estar junto a él. Sin embargo, eso no fue impedimento para que el brillante médico llevara una vida humilde, pero tranquila y llena de pequeños logros.
Sus primeros pasos
Desde muy chico, tuvo claro una cosa: seguir una carrera que le permitiera ayudar a los demás. Y así fue. Ingresó a la facultad de medicina de la Universidad de Cerro de Pasco. Pero, guiado por su instinto y sus ganas de superarse, consiguió, en 1880, terminar su profesión en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, justo un año después de culminada la Guerra del Pacífico. Durante este periodo, Alcides se dedicó a auxiliar y curar soldados.
En ese entonces, el Perú se recuperaba de los estragos del conflicto, por lo que a los universitarios de esa época –entre ellos, Alcides – les tocó culimnar su educación en medio de los escombros que había dejado la contienda. En medio de todo ello, tuvo que soportar también la segregación por parte de los entusiastas de la medicina y, además, la división de su facultad: un grupo formó la Academia Libre de Medicina y otro tomó la Facultad de San Fernando.
Héroe de la medicina
“Era de buena figura nuestro héroe. Valiente. Ofrendó su vida en aras de la ciencia. No fue para conseguir bienes materiales ni panegiristas; lo hizo para proteger a la humanidad doliente”, escribió el cirujano Bertilo Malpartida Tello en su libro dedicado a Carrión.
A finales del siglo XlX, Alcides puso los ojos en un nuevo mal que azotaba a la población: la verruga. Esta enfermedad tuvo como foco infeccioso la construcción del Ferrocarril Central de Lima a Huancayo y Cerro de Pasco. La gente pensó inicialmente que la verruga era ocasionada por los cascajos traidos desde la Oroya, que eran empleados para la obra. Por tal motivo, los pobladores comenzaron a llamar a la enfermedad como la Fiebre de la Oroya.
Intrigado por la enfermedad, que tenía por síntomas la anemia y altas fiebres que le costaban la vida a muchos obreros civiles, Alcides decidió dedicarse por completo a encontrar la cura. Su entusiamo creció aun más luego de enterarse de que habían puesto en marcha un concurso para descubrir las causas que originaban la verruga.
Pero, analizar desde fuera el problema no le bastaba. Carrión quiso llegar más lejos que sus colegas. Fue entonces que decidió inyectarse sangre contaminada con la enfermedad y observar desde su propia experiencia la evolución de los síntomas. En total, nueve historias clínicas publicó Carrión en las que relató el proceso de la verruga en su cuerpo. En este experimento no estaba solo: estudiantes de medicina lo acompañaron durante el proceso, viendo como su cuerpo poco a poco decaía más y en su piel aparecían manchas de color violáceo.
“A las 11 a. m. del cuarto día de la inoculación nos manifestó su deseo de ser trasladado al Hospital Francés para practicarle una transfusión sanguínea, dada la gravedad de su estado. Procedimos a vestirlo y lo colocamos en un sofá mientras se preparaba la camilla en que debíamos conducirlo. Pide un cigarro. Lo fuma tranquilamente. Al anunciarle que todo estaba listo, se dirige al señor Yzaguirre, alumno del primer año de medicina, con estas palabras solemnes: ‘Aún no he muerto, amigo mío. Ahora les toca a ustedes terminar la obra ya comenzada, siguiendo el camino que les he trazado”, se lee en una de las anotaciones dejadas por sus asistentes.
Fue un 5 de octubre de 1885 que Alcides, minutos después de exclamar la frase “tengo sed”, dejó de existir. Gracias a su sacrificio, se logró dar con el origen de la enfermedad, que era causada por un germen de nombre científico Bartonella bacilliformis. La inoculabilidad de este mal, que era lo que se necesitaba probar, Carrión la logró confirmar con su cuerpo. De este modo, en adelante, se pudo dar con el tratamiento de esta enfermedad y así salvar vidas. Algo que él siempre soñó hacer.
Fuentes: El Peruano/ UNMSM/ El Comercio/ RPP