Las mujeres anónimas de la Procesión de la Bandera: la tradición más importante de Tacna
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Es un día especial para los tacneños. El 28 de agosto es la fecha en la que la región más al sur del Perú ganó su libertad, luego de 46 años de ocupación por parte del ejército chileno. Pero las cosas han cambiado desde ese lejano 28 de julio de 1901. Lo que aquella vez fue una procesión solemne llevada por mujeres anónimas, hoy es una fiesta: la Procesión de la Bandera.
Hace 120 años, Tacna era una ciudad ocupada. Sus habitantes, sin embargo, seguían resistiéndose a pertenecer a un país extranjero. Y lo hacían notar. Días antes del 28 de julio del primer año del siglo XX, un peculiar pedido llegaba a las manos de las autoridades chilenas: ciudadanos, organizados como la Sociedad de Auxilios Mutuos El Porvenir, pidió permiso para sacar la bandera peruana y llevarla en procesión por las calles, hasta llegar a la plaza de armas para que fuera izada.
Habían pasado 18 años desde el final de la Guerra, las autoridades, tras considerarlo, pusieron una sola condición. Tendría que ser en silencio. Secretamente, temían que las manifestaciones de patriotismo desataran la violencia en las calles. Sería un evento solemne para los peruanos que buscaban celebrar las Fiestas Patrias.
“La Procesión de la Bandera, si bien se hizo el 28 de julio, la celebramos el 28 de agosto, porque ese día, Tacna volvió al Perú”, explica Rubí Jiménez, una joven tacneña en entrevista a Perú.Info. “Es emocionante porque es un día de cantar el himno nacional y agradecer que somos libres, revaloras tu libertad”, agrega.
LA BANDERA Y LAS MUJERES ANÓNIMAS
Llegó el día y la bandera salió con dirección a la iglesia de San Ramón, donde fue bendecida por el párroco. Era llevada por un grupo de mujeres, decenas de ellas. Mujeres que habían resistido, en silencio, durante años, dedicándose a la educación de los niños, inculcandoles el amor por el Perú. “Tenían escuelas clandestinas y luchaban por sus derechos. Si las descubrían se arriesgaban a represalias”, dice Jiménez.
Este era su momento. En silencio, la Procesión de la Bandera empezó a recorrer las calles de Tacna y poco a poco, los ciudadanos se acercaban. Desde los balcones caían buganvilas. Las mujeres anónimas caminaban con calma, con la frente en alto. ¿Habrían querido cantar, gritar tal vez? Es posible. Pero iban vestidas de negro, como de luto. Mientras, los peruanos se reunían y caminaban al lado de su bandera.
Tras recorrer las calles, llegaron al Centro Histórico, donde la bandera peruana ondeó nuevamente. “Para mí, la Procesión de la Bandera significa no solo cantar, sino agradecer ese día y el legado que dejó. Hasta ahora, la mayoría de personas que cargan el pabellón son mujeres, salvo algunas autoridades. Pero las mujeres anónimas tuvieron un rol fundamental. Me pongo a pensar en que tal vez no imaginaron que iban a dejar un legado. Eran fuertes y arriesgaron mucho, y fueron constantes en su lucha colectiva”, expresa Rubí.
UNA FIESTA… Y SUS RESACAS
En la actualidad, la Procesión de la Bandera es una fiesta llena de gritos, cantos y celebración. Se canta el himno, algunas Polkas y todo tipo de canciones populares. Pero también lleva a la reflexión que viene con sus días siguientes. Para Rubí, se trata de celebrar, sí, pero también de cuestionarse y hacerse preguntas.
“¿Cómo estoy usando mi libertad? ¿Qué estoy haciendo yo para que el Perú sea un mejor país, más solidario? Porque el Perú también es uno mismo. Ese día reafirmo mi compromiso con el país”, explica Jiménez.
El legado de las mujeres anónimas es fuerte. Cimentaron un espíritu que se renueva cada año. “Después del paseo, izamos la bandera. Siempre es conmovedor verla ondear. Ahora somos libres”, finaliza con emoción.